martes, 8 de marzo de 2011

Rey de Gallos: Cañoneros 44 - Defensores 45

Enfrentados a los primeros de la liga toda la presión caía de nuestro lado. Ellos tenían puntos de sobra que perder, nosotros en cambio llevábamos sobre nuestros hombros la pesada, aunque voluntaria carga de ser los portavoces de los humildes. Todos los equipos de la Social tenían puestos sus anhelos de justicia en nosotros que, recogiendo el testigo de los modestos, supimos hacer valer nuestras justas aspiraciones. En efecto, a los Defensores no nos gustan las elites impuestas, aborrecemos los dirigismos, por eso, nuestro destino es instaurar la Defensocracia, el gobierno de todos, donde todos tengan la opción de la victoria. Es posible que caigamos en la siguiente batalla pero nuestros hechos pervivirán más allá de nosotros como testigo de la voluntad humana. Los Defensores han enseñado el camino a toda una pléyade de descastados que veían pasar la liga ante sus ojos, les han enseñado que hay vida más allá del cuarto puesto, y que si crees puedes. Tal vez la Federación no nos perdone nuestro descaro, tal vez caigamos en el próximo envite, pero ya nada será igual porque hemos mostrado el camino al mundo libre.
El partido comenzó favorable a nuestros intereses. Demostramos que, a pesar de las bajas habíamos conseguido armar un equipo sólido y competitivo. En un partido jugado conforme a las leyes tradicionales del baloncesto los Defensores dejaban claro que no iban a claudicar ante los líderes. 6 a 14 era el resultado del primer cuarto. A partir del segundo cuarto los Cañoneros desataron una defensa individual, una política de tierra quemada que paradójicamente nos favoreció. En el minuto tres el marcador se había disparado hasta los seis a veinte. Ellos veían acercarse su particular Stalingrado, nosotros curtidos en decenas de Gettysburgs luchábamos con el convencimiento de los locos, convencidos de que no cabía sino la victoria o la aniquilación final y sabiendo que si les dábamos un respiro los Cañoneros se levantarían. Así fue, una reacción Cañonista con un parcial de ocho a cero les permitió acercarse hasta los seis puntos. En definitiva el segundo cuarto acabaría con un más ajustado 16 a 21. El tercer cuarto comenzó con una crisis Defensora. Un parcial de siete a cero le daba la vuelta por primera vez al partido para dejarlo en vientitrés a veintiuno, en diez minutos de partido sólo habíamos conseguido un punto. Los Defensores pudieron entonces tirar la toalla, nadie les hubiera reprochado que se hubieran hincado de hinojos ante un equipo tan potente. Pero ellos sí, ellos nunca se hubieran perdonado entregar sin lucha todo aquello por lo que habían luchado hasta ahora, por ellos y por todos los que les habían encomendado su defensa. El partido a partir de entonces fue un toma y daca, se luchaba casa por casa, no había prisioneros, las diferencias oscilaban entre el punto y los tres puntos. El tercer cuarto acabó con un 34 a 33 favorable a los locales que habían conseguido estabilizar el frente. El último cuarto sería un calco del tercero, diferencias entre uno y dos puntos, los héroes del pueblo, aupados por el obrerismo baloncestístico daban muestras de un encendido arrojo que les llevaba a luchar cada balón como si fuera el último. Los Cañoneros, orgullo herido, tampoco daban su brazo a torcer. Así llegaríamos al último minuto con un saldo a nuestro favor de cuarenta y uno a cuarenta y tres. Una falta sobre un cañonero le llevaba a la linea de tiros libres donde fallaría el primero y anotaría el segundo. Cuarenta y dos a cuarenta y tres. En el siguiente ataque una falta sobre Jorge lo llevaría también a lanzar dos libres que no entrarían. En la siguiente jugada de nuevo falta y el mismo cañonero que vuelve a lanzar. Esta vez anotaría los dos puntos que pondrían el cuarenta y cuatro a cuarenta y tres en el electrónico. La última pelota sería nuestra. Teníamos diecinueve segundos para remontar, un suspiro para algunos, una eternidad para otros. Imperios enteros se han desmoronado en menos tiempo, guerras se han ganado más rápido. Diecinueve segundos. La epopeya Defensora condensada en un suspiro. Diecinueve segundos, ¿qué hacer, llorar nuestra injusta desgracia, arrojar la bandera que nos había sido entregada?¡No! Un Defensor se enjabona en menos tiempo, es capaz de comerse un bistec con patatas en ese lapso, le sobran segundos para componer un soneto en alejandrinos. Aceptaríamos el reto, cargaríamos el último cartucho y saltaríamos de la trinchera con el único objetivo de la victoria. Los Defensores, amamantados en la sagrada ubre de la loba que crió a los grandes guerreros, no darían un paso atrás y demostrarían al mundo de qué pasta están hechos. El balón se puso en juego, alcanzó el campo cañonista en las laceradas manos de Pakhicius que lo pasó a Miguel Ángel mientras describía un movimiento ofensivo. Aquél le devolvió el balón, el tiempo se acababa, los diecinueve segundos que los dioses habían puesto en nuestro reloj de arena se escurrían hacia la nada. Toda la Social estaba pendiente de la jugada, las honorables aspiraciones de un pueblo se dirimían en un instante. Miguel Ángel apantalló el tiro del Capitán que amagó y saltó ante la oposición de un cañonista que se lanzó desesperado al ver peligrar su hegemonía. En el aire, valoré las opciones, Miguel Ángel permanecía férreamente defendido por un rival, no era una opción. Podía tirar, pero mi zaherido dedo índice fijaba mis opciones de acierto en apenas un noventa y cinco por ciento, además, mi natural modestia me descartaba como protagonista de este final de infarto. Y en ese momento, por el rabillo del ojo, o porqué no decirlo, por el rabo del ojo, vi a nuestro Dux enseñorearse de sus predios, y señalándome su disposición con requiebros y zalamerías. Sí, pensé, sería él el elegido, el justo finiquitador de una odisea de diecinueve segundos, nadie más acertado que Catapultae para lanzar el obús final, para alzar la copa de hidromiel. Giré como en la obertura del cuarto acto del Lago de los Cisnes y lancé la pelota hacia el Dux que, en milésimas armó su tiro y disparó. Con el balón dirigiéndose a la canasta un pitido rasgó el aire. La suerte estaba echada, la eternidad de diecinueve segundos se había terminado, los dioses, que hasta ahora reían por sus favoritos Cañoneros, contenían la respiración y abrían sus fauces sorprendidos ante el arrojo los díscolos Defensores, sabedores de que hoy serían ellos, quienes tantas veces nos negaron la victoria, los que probarían las amargas heces de la derrota. El balón giró en el aire, golpeó la tabla y... entró.
No es fácil enfrentarse a lo que el destino nos tiene preparado. Piernas más fuertes han temblado ante retos menos difíciles pero vosotros, compañeros, no habéis dudado, habéis permanecido firmes y habéis obtenido vuestro premio. Sabed, oh Defensores, que vuestro capitán es vuestro primer admirador. Muchas veces he glosado nuestras peripecias y todas han tenido su peculiar valor. Si los grandes enemigos hacen grandes las victorias, la del domingo merece figurar con letras de oro en el Muro del Honor. Pero sé que vuestra modestia y entrega al ideario Defensor hace que lejos de regodearos en una justa holganza, estéis pensando en pasar página cuanto antes y en alcanzar el próximo reto. Un reto que no es sino otro tras el cual aparecerá otro más y al que otro sucederá, porque el camino que habéis elegido, Defensores, no es fácil. Pero es el correcto.
¡DEFENSORES!

4 comentarios:

defensor13 dijo...

Estupenda crónica que pone los bellos como escarpias. Fue una victoria extraordinaria en un partido trabajado como pocos donde siempre creímos en nuestra defensoridad, donde creamos un "reducto del Pilar" indestructible con los maltrechos mimbres de siempre... y es que el peor soldado puede convertirse en un héroe si viste de gris y amarillo. Un final de infarto para un partido mítico, queridos defensores, ya van siendo unos cuantos partidos esta temporada a los que calificaría como la mejor hazaña de la historia defensora, partidos que se ganan en el últimos segundo, partidos que se ganan con tres hombres sobre la cancha, estimados defensores, y yo me pregunto, ¿nuestra heroicidad tiene un límite?, y mi respuesta es... RAVVS ET FLAVA

Anónimo dijo...

Este equipo esta abonado a la epica

Una nueva victoria que jalona el muro del honor que se acerca peligrosamente a la 40 victorias, 40 victorias que deberiamos celebrar a su llegada con un abundante condumio a mi parecer

Sin mas un honor combatir a vuestro lado una vez mas

DEFENSORES!!!

binguero dijo...

Realmente fue un partido memorable, con un final de infarto. Últimamente parecemos abonados a la épica y ciertamente es un orgullo y una alegría inmensa ganar de la manera en que lo estamos haciendo, aunque dejadme que ponga la nota racional en todo esto y que señale que en otra ocasión la fortuna caerá seguramente del otro lado, como tantas veces nos ha pasado. Sólo espero que entonces sepamos comportarnos como es debido y demostrar en la adversidad, como siempre hemos hecho, de qué pasta estan hechos los Defensores.

Quería desde aquí felicitar a nuestros rivales, ya que demostraron en la cancha una gran deportividad y pusieron de su parte para que el encuentro fuera disputado, limpio y bonito en todas sus fases. Mención aparte merece el pobre cañonero que sufrió uno de los eructos choriceros de Peplowski, capaces de teñir de rubio al mismísimo Gadafi. Lo dicho, un partido para recordar, una victoria que pasa a engrosar la lista del muro del honor y una segunda vuelta, hasta la fecha, inmaculada.

¡¡¡DEFENSOREEEEEEEEEEEEEES!!!

Nikholaus dijo...

Buen partido, si señor, y mejor crónica.
Seguid haciendolo así y sereis la envidia de vuestros rivales, ganeis o perdais.

Nikholaus
Capitán Cañonero y el que consiguió épicamente poner el partido de nuestro lado con 3 puntos consecutivos. :)
"porca miseria"